Muchas veces nosotros, nuestros amigos y nuestros hijos, nos quejamos de las dificultades que nos regala la vida. Cada año nos reunimos la familia que formamos nuestra oficina y comemos una paella gigante. Y el “chef” siempre nos repite la misma historia mientras cocina.
Primero calienta el fuego y añade 3 ingredientes imprescindibles: arroz, carne (pollo y conejo) y azafrán. Cuando han hervido y quedan listos para comer, sirve en un plato el arroz y la carne. Nos pregunta:
—¿Qué veis?
—Arroz y pollo.
Este año, me pidió que me acercase y tocara el arroz, estaba blando y rico, rico. Después mordí el pollo más consistente y duro, pero muy sabroso. Luego paladeé una cuchara de caldo, sabía exquisito.
Nos explicó que los 3 ingredientes habían sido sometidos a la misma adversidad del agua hirviendo, aunque respondieron de forma diferente. El arroz entró a la paellera duro y arrogante, pero salió blandito y fácil de masticar. La carne de pollo llegó delicada y suave, pero quedó endurecida tras someterse al fuego. Sin embargo, el azafrán fue el más valiente: aceptó la cocción y entregó al guiso lo mejor de sí mismo expandiendo su aroma.
—Cuándo tienes un problema, ¿cómo actúas? ¿Eres un grano de arroz, aparentemente fuerte pero que se vuelve débil ante la mínima dificultad? ¿Eres maleable como la carne que te endureces y te conviertes en insensible? ¿O te comportas como el azafrán? Cuando hierves, y las circunstancias son adversas, expandes bondad y logras que todos mejoremos. Para el Nuevo Año, en nuestra correduría nos hemos propuesto ser como el azafrán.
¡Feliz Navidad para tod@s!